Así me salvé de un falso positivo
Después de escaparse, Villamir Rodríguez sufrió de persecución judicial por parte de miembros del Ejército que fabricaron pruebas para acusarlo de ser guerrillero y ponerlo preso.
En 2007 unos soldados le dispararon a quemarropa a Villamir Rodríguez. Querían hacerlo pasar por guerrillero, pero, herido en el brazo, simuló estar muerto y logró escapar. Fue el único campesino que sobrevivió a la trama de sangre de los militares en la región colombiana de Catatumbo.
Entonces con 17 años, Rodríguez caminaba solo por una zona rural de El Tarra, en esa región fronteriza con Venezuela, antes de toparse con las tropas que lo retuvieron por unas horas. Caía la noche y llovía cuando dos soldados descargaron una ráfaga de fusil. Cayó con dos disparos en el brazo derecho.
“Me dejaron ahí (creyendo que estaba) muerto, yo no perdí el conocimiento, escuchaba todo”, contó a la AFP Villamir Rodríguez, que hoy tiene 32 años.
Los oyó precisamente cuando dieron un aviso por radioteléfono: “Tuvimos un enfrentamiento con el Frente 33 de las Farc, necesitamos (…) el helicóptero’” para recoger el cuerpo. Conteniendo la respiración para no delatarse, vio a los militares acercarse y ponerle una pistola al lado.
Aprovechó entonces un descuido para deslizarse sobre el barro y escapar: “Cuando no encontraron al muerto, creo que para ellos fue lo más duro, porque ya me habían reportado como muerte en combate”.
La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) presentó su inusual caso durante dos audiencias, celebradas entre el 26 y 27 de abril, en las que por primera vez diez militares retirados reconocieron y pidieron perdón por los homicidios de 120 civiles que presentaron como guerrilleros muertos en combate entre 2007 y 2008 en el Catatumbo.
Según la JEP, las tropas oficiales cometieron al menos 6.402 asesinatos en todo el país entre 2002 y 2008 para inflar sus resultados en la lucha antiguerrillera, en el escándalo de los llamados ‘falsos positivos’.
Las víctimas eran en su mayoría campesinos y desempleados del Catatumbo o ciudades lejanas desde donde fueron traídos con engaños, como fue el caso de los jóvenes de Soacha.
La lucha de Villamir Rodríguez por limpiar su nombre
Villamir Rodríguez exhibe su brazo desfigurado a la altura del tríceps. El 26 de abril, frente a las víctimas, el capitán en retiro Daladier Rivera le dijo: “Quiero reconocer y limpiar su nombre en totalidad (…) y aclararle al mundo y al pueblo colombiano que usted nunca fue un combatiente”.

Después de que Villamir Rodríguez escapó, el capitán (r) orquestó un complot para sindicarlo falsamente como guerrillero y ponerlo preso.
Ante la JEP y frente al propio Villamir, Rivera reconoció que fabricó pruebas y les pagó a desmovilizados para inculparlo.
“Soy responsable de que usted, después de estos hechos tan atroces que acabo de narrar, estuviera detenido por un tiempo. Yo elaboré unos falsos documentos de inteligencia, los cuales puse a disposición de la Fiscalía, que tomó su caso, por medio del cual unos personajes desmovilizados, que obtuvieron una dádiva, se sentaron a declarar ante este fiscal para que usted, después de haber pasado por todos estos hechos, estuviera detenido”, dijo Rivera, quien fue jefe de la Central de Inteligencia de Ocaña en la Brigada Móvil 15, desde donde se planearon varios de los casos de falsos positivos.
Rodríguez, que no sabe leer, no pudo distinguir los apellidos bordados en los uniformes camuflados de quienes quisieron matarlo. Apenas recuerda sus rostros, que tampoco logró reconocer entre los victimarios que pidieron perdón.
La comparecencia del capitán (r) Rivera, así como la de los otros nueve militares, hace parte del proceso con el que la JEP impondrá las primeras sanciones por crímenes de guerra y lesa humanidad cometidos en el marco del conflicto armado. Los próximos 31 de mayo, 2 y 6 de junio se llevarán a cabo las audiencias contra miembros de las Farc por los casos de secuestro.
“En julio, la JEP emitirá la primera resolución de conclusiones para que el Tribunal de Paz proceda con la imposición de las sanciones”, explicó la Jurisdicción Especial de Paz.
“Sobrecupo”
De no haber escapado, Villamir Rodríguez seguramente hubiera terminado en el cementerio rural Las Liscas, próximo al Batallón de Infantería 15 de Ocaña.
Rodrigo Coronel, el propietario del terreno que cedió para enterrar los muertos de la zona, recuerda que fueron sepultados por lo menos 18 “falsos positivos” en fosas comunes.

Asegura que vio a algunos cuerpos de jóvenes “llenos de disparos” que llevaron “en bolsas y los tiraron ahí como animales”, apenas cubiertos de tierra.
Según relataron a los jueces, los soldados llegaron a competir por dar más bajas en combate y las unidades militares con “menos resultados” eran cuestionadas por los superiores.
Los militares se ufanaban en ruedas de prensa semanales, recuerda Geovanny Mejía, entonces periodista de la televisión local TV San Jorge.
Gracias al acceso privilegiado que tenía a la morgue, con capacidad para recibir seis cadáveres, Mejía presenció una de las imágenes más crudas de los crímenes. “En un momento había 14 muertos (…) estaban regados en el piso, en las mesas (de autopsia) de a dos o tres cuerpos y tres o cuatro en la nevera. Había sobrecupo “, recordó.